Seis grandes historias distintas, de seis personas distintas, de diferentes regiones del país, muy distintas también. El Torneo Nacional Desarrollo M16 las nucleó a todas y en buena medida, funcionó -y funciona- como catalizador. Acá, los chicos conversan, se cuentan sus realidades y, con el rugby como denominador común de cada uno de ellos, conmueven.
Damián Romero (16 años, Club Arcos, Perico, Provincia de Jujuy): «Ha sido una experiencia nueva, en la que aprendí mucho de mucha gente. Ha sido una oportunidad única, que no me hubiera gustado perderme por nada del mundo y agradecido estoy de haberla tenido. He conocido a un montón de chicos de mi provincia que no conocía, también a chicos de todo el país, donde nos hemos contado las cosas que vivimos, las cosas que nos pasan, además de jugar al rugby. Hemos compartido el micro con los chicos de Salta y bueno… han sido tres días geniales. Estoy recontento de haber tenido esta oportunidad».
«Yo estudio, voy al colegio Agrotécnico y a veces trabajo para ayudar a mi papá en casa. Yo tengo algunos gastos y si le pido plata a él para comprar cosas para jugar, como un protector bucal o calzas, él también tiene que ser parejo y comprarle cosas a mis hermanitos y eso no es posible porque no alcanza. Entonces le propuse ayudarlo como albañil para que yo pueda ganar mi propia plata y poder manejar mis gastos para no complicarlo».
«Para estudiar, entrenar y trabajar, yo me las arreglo. Lo que pasa es que me da tanto el rugby, he hecho tantos deportes, pero ninguno como el rugby, que la cantidad de solidaridad y amigos que nos han ayudado en casa con algunas cosas como cuando no anduvimos bien económicamente, no tiene comparación. Ellos, mis amigos del club, son como mis hermanos y nos ayudamos entre todos siempre. Por eso para mí el rugby es más que el deporte que practico. Es como una forma de encarar las cosas de la vida«.
Saúl Galván (15 años, Club Cha Roga, Santafesina): «Yo juego hace poco al rugby. Empecé a jugar porque me invitó un amigo y al principio yo pensaba que era un deporte donde te golpeaban mucho y era violento, pero nada que ver. Y mi amigo de repente no fue más pero yo me enganché y descubrí que el rugby es mi pasión. Como vivo muy lejos del club, me queda como en otra ciudad, al principio yo iba en bicicleta. Pero la bici se me rompió y no la puedo arreglar, así que me voy caminando. Son unas cuantas cuadras, como sesenta, y por donde yo vivo no pasan colectivos, así que directamente salgo antes y camino. A la vuelta, a veces los entrenadores me acercan hasta la entrada del barrio, pero si me tengo que volver a pata, me vuelvo a pata, nomás».
«Estoy en tercer año de la escuela. Lo que mas amo es el rugby. Mucho en mi casa no sabían lo que era el rugby, pero ahora de a poco, sí. Cuando les conté que venía acá con el seleccionado, valoraron mi esfuerzo. Mi viejo es yesero, y como trabaja en otra ciudad, no lo veo mucho, pero sabe que me está yendo bien en el colegio y en el rugby porque mi mamá le cuenta«.
Joaquín Manganaro (16 años. Club La Picasa, Cinco Saltos (RN), Alto Valle): «Fueron muchas ilusiones juntas que se dieron en un fin de semana. Uno se lo imagina, pero no es lo mismo. Cuando uno viene de un club chico, todo se valora el doble. Estar en un seleccionado de tu unión tiene para mí mucho mérito y todos los que vinimos acá hacemos un gran sacrificio para tener esta oportunidad al menos una vez al año».
«Voy a la escuela técnica, así que hago doble turno en el colegio a la mañana y a la tarde, y como también me gusta mucho entrenar, voy al gimnasio y voy al club y dos veces por semana me entreno también en el centro de rugby de la Unión. Al club voy y vuelvo muchas veces en bici, o directamente voy caminando».
Franco Adrián Bulacio (16 años. Club San Martín, San Miguel de Tucumán): «Yo voy a la escuela a la mañana. A la tarde voy a trabajar a un negocio, con mi madrina, para ayudar en casa».
«Trato de hacer todo a su tiempo. Cuando vuelvo del colegio, hago la tarea para no llegar tarde a trabajar. Y después trato de no llegar tarde al entrenamiento. Me voy haciendo lugar para poder cumplir con todo.
«Vivo cerquita del club y de la escuela, así que me las arreglo bastante bien para que no se me pase nada. Y si, es un poquito de esfuerzo extra que hago, pero no hay problema con eso. Ya estoy acostumbrado y no me genera ningún inconveniente».
Siempre ha sido uno de mis deseos el poder representar a mi provincia y a mi país en algún momento. Si bien no hace mucho que juego al rugby, me lo puse como una meta y haber venido a este torneo me llena de orgullo. Cuando me dijeron que venía lo primero que hice fue avisar en mi casa, hasta mis abuelos y mis primos se emocionaron cuando les conté».
Nicolás Mancuello (15 años. Chancay Rugby Club, San Luis): «Empecé a jugar a los doce años y desde que arranqué, me apasioné. Yo vivía en otro lado y cuando me mudé de casa, empecé a ir al club y desde ese momento, pude volcar todo lo que siento en la cancha».
«Todos los días de entrenamiento, antes de ir a colegio, le hago la comida a mis hermanos. Les cocino yo porque en casa mi mamá, que es cocinera, se va temprano a trabajar y entonces yo me quedo a cargo y por suerte nos arreglamos bien. Después de comer, nos vamos todos a la escuela. Yo los llevo a ellos y yo también voy.
«Los martes voy un poco más temprano al club a practicar con un amigo y ya me quedo hasta el entrenamiento. Esta es mi primera experiencia con un seleccionado. Me llamó la atención cómo juegan de bien los otros equipos. Está buenísimo porque así se aprende un montón y cuando vuelva al club voy a tratar de imitar algunas cosas que vimos».
Para mí el rugby es mi familia. En muchos momentos he recibido ayuda y no yo solo, sino varios de nosotros. El club y los compañeros me han ayudado en todo. A veces la situación económica no ha sido la mejor y siempre estuvieron ahí para ayudarme, pero además de eso, somos un grupo de amigos que se ayuda en todo, sea lo que sea».
Juliana, Manager de la M13 de Gimnasia y Esgrima de Pergamino, es una mamá que tiene dos hijos jugando en GEP. Uno en la M13 y otro en la M16. Como voluntaria en el club, trabajó a destajo los días que el Torneo se llevo a cabo y además, como es maestra de escuela, aportó una visión complementaria a la que los chicos contaron en sus historias: «Los testimonios de los chicos son en buena medida los testimonios de los chicos de nuestro club también. Creo que los clubes, el nuestro seguro, y supongo que en casi todos los clubes en desarrollo o al menos eso quiero creer, estamos muy pendientes de lo que nos cuentan los chicos, de sus situaciones diarias. En algunos casos, de las experiencias poco afortunadas que viven o han vivido y de la función, el rol de contención que el club primero y el rugby después, cumple en su vida. Historias complejas, hay muchas, y en todas las que podemos intentamos dar una mano para, al menos, escucharlos y desde ahí, ayudarlos en todo cuanto esté a nuestro alcance. Les hemos visto las caras a los chicos en estos días y con alguno que otro hemos conversado y sabemos que esta experiencia, para una buena cantidad de ellos, va a marcarlos para toda la vida».
«Muchos de los chicos es la primera vez que salen de su provincia. Otros, es la primera vez que -además- lo hacen solos, sin sus padres y ni que hablar, los que es la primera vez que conocen lo que es un hotel o la convivencia como delegación. Algunos, no habían comido nunca dulce de batata y queso, no sabían lo que era… Cosas que muchos damos por sentadas, por habituales, estos chicos no las registraban hasta ahora. Por eso, decía que esta experiencia los va a marcar para siempre y ojalá puedan repetirla y contar en sus clubes que el rugby es lo mejor que les pasó en la vida».